Las mujeres solemos competir entre nosotras, muchas veces de forma inconsciente, otras veces, a idea. Muchas no pueden evitar el compararse con otras, a quienes toman como referentes.
La relación madre hija, ya conflictiva en intensa de por sí, no queda libre de esta competencia. Ya sea, por medio de gestos, acciones o frases, esta lucha suele tener grandes consecuencias en el relacionamiento entre madre e hija, así como tiene efectos psicológicos negativos en ambas. Las frases que las madres no pueden callarse, (críticas o consejos no solicitados), son algunos de los ejemplo más comunes. Vestirse de forma similar, participar de las mismas actividades, son otras formas de expresar esta competencia.
Si bien, este conflicto puede existir en cualquier momento de la relación, suele incrementarse cuando la madre está llegando a la menopausia, y la hija entra en la adolescencia.
Puesto, que la mujer adulta está atravesando por una etapa crítica, y la adolescente también. El conflicto inconsciente se desata, debido a que la madre está dejando atrás su capacidad de reproducirse, y ésto muchas veces, lleva a que se sienta “menos mujer”. Sumado a esto, la joven, comienza su maduración sexual. La madre, siente a la hija como una competidora, que ocupará su lugar. Este sentimiento desata todo tipo de conflictos.
Asimismo, la sobrevaloración de la juventud, y de la imagen adolescente que impone la sociedad, conlleva a que las madres quieran vestirse y lucir tal como las hijas. La competencia suele fortalecerse en hogares donde falta una figura masculina, o si existe, posee una personalidad débil. En éste último caso, las mujeres comienzan a competir por la preferencia del padre.
Las hijas que fomentan estos conflictos, suelen buscar superar a sus madres, como forma de asegurar su autoestima. Mujeres inseguras, que temen ser menos valiosas que sus madres, tienden a competir, como forma de probarse a sí mismas, cuánto valen.
Te brindamos aquí, algunos consejos para dejar atrás esta competencia: