El emperador romano Claudio II prohibió casarse a los jóvenes con el fin de que fueran mejores soldados, pero un sacerdote llamado Valentín comenzó a casar en secreto a parejas enamoradas, por lo que fue apresado, y supuestamente, el 14 de febrero del año 270, ejecutado. De ahí que celebremos este día como el día de los enamorados.
Cuando hablamos de Amor, no hablamos sólo del amor romántico, podemos hablar de amor erótico, amor filial, fraternal, amor a uno mismo, amor universal o incluso amor por lo que hacemos. El amor como motor del mundo, como fuerza que todo lo puede. Sin amor, nos hubiésemos extinguido hace mucho tiempo. Sin olvidarnos de la ternura, que es como la hermana pequeña del amor, el amor de andar por casa.
Y entonces, ¿cómo es posible que lo compliquemos tanto, que suframos tanto en nombre de algo que aparentemente sólo debería traernos cosas buenas?
Puede ser que el marco desde el que lo analizamos no favorezca mucho, me explico, que sean nuestras ideas preconcebidas sobre lo que el amor es, sobre cómo debería ser, cómo debería comportarse alguien que supuestamente nos ame. El tema no parece sencillo y efectivamente no lo es. Concretamente, desde el amor romántico, si la concepción de este amor nos invita a vivirlo como una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza» si tiene suerte, como una suerte de acontecimientos que, mágicamente, propician que «mi alma gemela», mi «media naranja» y yo, nos encontremos (con lo grande que es el universo) y así, podamos ser felices, comamos perdices o no. Si esto ocurre, ¿cómo no voy a sentir que mi mundo se viene abajo si esta relación se termina? Estudios científicos apoyan la idea de que detrás del sentimiento de abandono amoroso está el miedo a morir, el miedo a ser apartado de la «manada» y su dificultad para sobrevivir , como Ayla, la niña cromañón del libro de Jean M. Auel, el Clan del oso cavernario.
Estudios científicos apoyan la idea de que detrás del sentimiento de abandono amoroso está el miedo a morir
Otra de las sensaciones que suelen causar un mayor malestar cuando vivimos una ruptura, es que sentimos que perdemos no sólo a la persona amada, si no la capacidad misma de amar. Una de las cosas que, en terapia, producen más alivio es entender que esa capacidad permanece intacta en uno, no hay nadie que pueda quitárnosla; lo que cambia es el objeto de amor. Y aceptar la pérdida, para poder continuar, y aprender de lo vivido, sin olvidarnos del amor hacia nosotros mismos, aprender a querernos, a respetar nuestras necesidades y por qué no, a admirarnos como hacíamos con la persona amada. Con una autoestima sana, estaremos en condiciones de hacer mejores elecciones.
En ocasiones el problema es la capacidad de ser amado, de sentirse digno de amor; George Vaillant, en un estudio sobre las vidas de los hombres de las promociones de Harvard entre 1939 y 1944, encontró un doloroso ejemplo de ello en su última ronda de entrevistas. Un médico jubilado le enseñó a George una colección de cartas de agradecimiento que sus pacientes le habían enviado hacía cinco años, cuando se jubiló.